Los grandes incendios en Portugal alertan de nuevo sobre otra de las posibles consecuencias de la macrocelulosa Altri.

por | Ago 11, 2025 | Política

Los incendios de gran magnitud que este verano devastan el centro y norte de Portugal reactivan con fuerza un debate esencial para la política forestal gallega: el papel determinante del monocultivo de eucalipto como catalizador de la propagación del fuego. En Portugal, donde esta especie ocupa más de 800.000 hectáreas y constituye la base de una de las industrias papelera y de celulosa más potentes de Europa, la homogeneidad del paisaje y la alta inflamabilidad de estas masas forestales convierten cada ola de calor en una crisis potencial. El patrón se repite: estructuras monoespecíficas, ausencia de diversificación, y factores meteorológicos extremos —altas temperaturas, baja humedad, vientos intensos— que facilitan incendios de expansión fulminante.

La configuración de este modelo forestal tiene raíces históricas. Durante la dictadura de Salazar, se promovió de manera sistemática la plantación de eucaliptos como materia prima estratégica para la industria de la celulosa, dando lugar a un país que hoy ostenta el título de “eucaliptal de Europa” y lidera la producción mundial de pasta de papel. Este esquema productivo, basado en una especie pirófita, es precisamente el que amenaza con reproducirse a gran escala en Galicia si se materializa el proyecto de macrocelulosa de Altri en A Ulloa. Como advierte el biólogo Javier Castroviejo, el impacto iría mucho más allá de la comarca afectada: desencadenaría la expansión de nuevas variedades de eucalipto resistentes a las heladas, provocando una alteración irreversible en la biodiversidad, la estructura del paisaje y la resiliencia de los ecosistemas.

En la actualidad, Galicia ya presenta un grado de eucaliptización cercano al 20 % de su superficie forestal. Los datos son concluyentes: lo que arde cada verano son, mayoritariamente, plantaciones de eucalipto y pino, mientras que el bosque autóctono muestra mayor resistencia al fuego. Portugal sirve de advertencia: en 2024 se calcinaron más de 135.000 hectáreas —la tercera cifra más alta en diez años—, y en incendios como el de Arouca, la densidad y madurez de las masas de eucalipto fue un factor clave en la rapidez con que avanzaron las llamas. Este tipo de combustibles vegetales, con aceites volátiles y copas continuas, actúan como auténticos vectores de fuego.

El paralelismo con el escenario gallego es evidente y preocupante. La instalación de Altri no solo aumentaría la presión sobre los recursos hídricos y la calidad ambiental de A Ulloa, sino que consolidaría el principal vector estructural de riesgo de incendios en toda la comunidad. En un contexto de cambio climático que intensifica el fenómeno 30-30-30 (temperaturas superiores a 30°C, humedad relativa por debajo del 30 % y vientos de más de 30 km/h), ampliar el monocultivo equivale a incrementar deliberadamente la vulnerabilidad del territorio frente a eventos extremos.

La experiencia portuguesa es un claro ejemplo de que un modelo forestal orientado casi exclusivamente a la rentabilidad industrial de especies de crecimiento rápido conlleva costes ambientales, económicos y sociales de enorme magnitud: hectáreas calcinadas, ecosistemas degradados, comunidades desplazadas y vidas humanas perdidas. Galicia, aún con margen para actuar, podría optar por un camino distinto: restaurar y diversificar su paisaje con especies autóctonas más resistentes al fuego, fomentar la gestión forestal sostenible y reforzar políticas preventivas de largo alcance.

La cuestión es de alcance estratégico: permitir la implantación de Altri no es solo una decisión sobre empleo e inversión, sino sobre el modelo territorial y ambiental que Galicia desea para las próximas décadas. La evidencia que llega de Portugal no admite ambigüedades: más eucaliptos significan, de forma directa e inexorable, más combustible, más riesgo y más incendios.

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