La Conferencia de Presidentes, concebida como un foro de cooperación interterritorial y fortalecimiento institucional, volvió a demostrar hoy que puede convertirse fácilmente en una herramienta de agitación partidaria. El presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, aprovechó su intervención no para plantear propuestas sobre financiación autonómica, reformas competenciales o cooperación institucional, sino para exigir elecciones generales anticipadas. Un gesto que, si bien tiene valor simbólico, revela también hasta qué punto se ha desdibujado el papel de Galicia en el debate territorial español.
La intervención de Rueda pareció seguir palabra por palabra un guion redactado en los despachos de Génova, sede del PP nacional. La oportunidad de plantear una agenda gallega propia —sobre financiación, infraestructuras, competencias o apoyo al tejido productivo— fue sustituida por un alegato de campaña que poco o nada tenía que ver con los fines del encuentro.
El problema no es solo de contenido. Es también de fondo institucional. La presidencia de la Xunta se ha convertido, desde hace meses, en una plataforma al servicio de los intereses de partido, subordinando la política autonómica a la estrategia del PP estatal. Este fenómeno no es nuevo, pero sí se ha acentuado en esta legislatura, donde la ausencia de grandes propuestas de país y la gestión rutinaria han ido acompañadas de una creciente instrumentalización de actos oficiales y espacios institucionales para librar batallas políticas externas.
Frente a esa actitud, otros presidentes autonómicos —de distinto signo político— sí aprovecharon la cita para reclamar mayores recursos, exigir reformas estructurales o fortalecer el papel de las comunidades autónomas en un modelo territorial que sigue sin cerrarse. Galicia, una vez más, quedó al margen de ese bloque. No por exclusión, sino por decisión propia.
El vaciamiento de contenido y la renuncia explícita a ejercer liderazgo desde Galicia es una marca creciente del actual Ejecutivo. Y lo preocupante no es solo la falta de ambición política: es la consolidación de una cultura donde lo institucional se convierte en decorado, lo autonómico en irrelevante, y lo gallego en algo subordinado a otras prioridades.
Si esta es la hoja de ruta del PPdeG, lo más honesto sería reconocerlo abiertamente. Porque la realidad es que Galicia, en este tipo de foros, ya no habla con voz propia. Solo reproduce lo que le dictan.