La Galicia real es urbana y cuarentona… y vota BNG (entonces, ¿por qué gana el PPdeG?)

por | Oct 10, 2025 | Sociedad

La demoscopia más reciente vuelve a trazar una línea nítida: la Galicia joven, “cuarentona” y urbana es del BNG; la rural y más envejecida, del PPdeG. Y, sin embargo, el PPdeG sigue encabezando el reparto de escaños. La paradoja tiene explicación: la “Galicia real” (demográfica) y la “Galicia electoral” (institucional) no pesan igual.

Primero, los datos. Las últimas elecciones – y los sucesivos sondeos – sitúan al BNG como primera fuerza entre los menores de 45 años, con fidelidad de voto por encima del 80 %, un nivel comparable al del PPdeG. Según Sondaxe, en intención de voto el PPdeG cede dos puntos y un escaño (39); el BNG sube en estimación pero queda en 24 por el reparto provincial. En elecciones generales, el patrón se repite: concentración en PP y BNG, con el Bloque saltando del 9,5 % al 13,8 % (2 diputados), un PP que baja al 41,3 % (14) y un PSdeG en 25,5 % (7). Es decir: el presente y el futuro inmediato del voto urbano y de mediana edad se mueven hacia el BNG.

Segundo, la sociología. Galicia es hoy una región de mediana edad – aunque envejecida – y claramente urbana: la gran mayoría reside en ciudades y villas, y se concentran en el frente atlántico (A Coruña y Pontevedra), donde el empleo, vivienda tensionada y movilidad interurbana, son los tres temas que más empujan a los menores de 50. No es casualidad que ahí el BNG lidere y el PSdeG aporte parte de la suma progresista. En esas cohortes, BNG+PSdeG superan al PP con holgura.

Entonces, ¿por qué gana el PPdeG? Porque el mapa vale más que la aritmética social. La ley electoral gallega reserva un mínimo de 10 escaños por provincia, aplica barrera del 5 % por circunscripción y reparte el resto con D’Hondt. Resultado: A Coruña y Pontevedra (más del 76 % de la población) convierten solo el 62,7 % de los escaños (47/75), mientras Lugo y Ourense (apenas 23 % de habitantes) concentran el 37,3 % de los asientos (28/75). Es una prima estructural del interior: donde el PPdeG es más fuerte, cada voto rinde más en escaños.

Esa arquitectura no es un accidente histórico. Es un diseño electoral que el PPdeG tiene que agradecer a su líder histórico Manuel Fraga: concebido en los ochenta y mantenido durante décadas, consolida el peso de las provincias menos pobladas y eleva el umbral efectivo de representación en Lugo y Ourense. Sin tocar un solo voto, el sistema amplifica lo que allí sucede y amortigua lo que ocurre en el Atlántico urbano, asegurando al PPdeG esa hegemonía electoral que cada día es más artificial.

Tercero, la geografía de la pugna. Donde se decide hoy la mayoría no es en una “ola invisible” a favor del PP, sino en los últimos escaños del eje atlántico y en la movilización de menores de 50. Cada décima adicional del BNG (y la retención de sus apoyos) en áreas metropolitanas se transforma con retraso en escaños por la regla provincial; pero se transforma. De hecho, la propia Sondaxe detecta disputas a última acta en A Coruña y Ourense: señales de que la cartografía del poder ya está en movimiento.

El mito del PP “invencible” no es una mayoría social, sino una ventaja territorial y etaria: más escaños donde hay menos población y más voto conservador. La mayoría demográfica emergente —urbana, de 30-49 y menores de 45— prefiere al BNG y lo sitúa primera fuerza en su mundo vital. La pregunta no es si esa mayoría acabará pesando en O Hórreo, sino cuándo. Y la respuesta depende menos de la épica que de la técnica: movilización en el Atlántico, disputa del último escaño y persistencia en la franja que ya es mayoritaria en la Galicia real.

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