El documento de enmiendas presentado por el BNG al anteproyecto de presupuestos de la Xunta de Galicia para 2026 va mucho más allá de una propuesta técnica o reivindicativa. Es, en realidad, una hoja de ruta económica y política que anticipa cómo sería un futuro gobierno nacionalista: un modelo que combina crecimiento sostenible, innovación y justicia social, con la ambición explícita de situar a Galicia al nivel de las naciones europeas más prósperas del Estado, como Euskadi o Cataluña.
“Un país que deja de mirarse como periferia y se piensa, por fin, como motor.”
El núcleo de esa visión se concentra en un bloque estratégico de 570 millones de euros destinado a transformar el modelo productivo gallego. La propuesta plantea un impulso decidido a la ciencia, la tecnología y las energías renovables como motores de una nueva etapa industrial. En este marco, el BNG proyecta la creación de un fondo soberano gallego con capacidad de movilizar 1.200 millones de euros hasta 2032, un instrumento concebido para garantizar la participación pública en proyectos clave, atraer inversión de alto valor añadido y reforzar la autonomía económica del país. No se trata solo de subvencionar actividades existentes, sino de crear un ecosistema industrial propio, capaz de competir en sectores de vanguardia —desde la energía eólica marina y la biotecnología hasta la digitalización de las pymes— con una planificación que combine ambición económica y control público.
El partido subraya que Galicia “tiene el talento, la energía y los recursos naturales” para convertirse en una potencia verde y tecnológica si cuenta con un gobierno decidido a orientar la inversión hacia objetivos estratégicos. Así, el fondo soberano actuaría como palanca para dinamizar clústeres de innovación, reforzar universidades y centros tecnológicos, y promover la transición energética bajo una empresa pública gallega de energía, capaz de reinvertir los beneficios en el territorio. Esta propuesta refleja una visión de Estado integral: un gobierno que no se limita a gestionar competencias autonómicas, sino que impulsa su propia política industrial y energética, como ya hacen los ejecutivos vascos o catalanes.
“Un acto político en toda regla que permite a los gallegos apreciar las diferencias respecto al gobierno de Rueda.”
A diferencia de los presupuestos tradicionales centrados en la gestión, el planteamiento del BNG combina la recuperación del gasto social —110 millones adicionales en vivienda y 400 millones en servicios públicos— con una apuesta estructural por el crecimiento sostenible. Es una estrategia que sitúa a la economía productiva y al bienestar ciudadano en un mismo plano, buscando un modelo que reduzca desigualdades pero también genere riqueza y empleo cualificado. Los nacionalistas proponen que Galicia deje de depender del sector primario o de inversiones externas, para convertirse en un polo de innovación tecnológica con soberanía económica y energética.
De ahí que el proyecto de presupuestos del BNG no suponga una mera transacción de enmiendas sinó un acto político en toda regla que permita a los gallegos apreciar las diferencias respecto al gobierno de Rueda, a través de la arquitectura económica de un posible gobierno nacionalista del siglo XXI sustentado en la ambición de una Galicia que apuesta por la ciencia y la industria limpia, por el control público de los recursos estratégicos y por un crecimiento que se traduzca en bienestar y liderazgo. Un país que deja de mirarse como periferia y se piensa, por fin, como motor.








