El PPdeG, que se presenta a sí mismo como garante de la moderación y la estabilidad —una idea que sus portavoces repiten con insistencia—, está derivando hacia un modelo de “oposición a la oposición”, donde el debate político riguroso cede terreno al señalamiento personal y a prácticas populistas en redes sociales, con mensajes que con frecuencia recurren a la mentira y la distorsión de principios democráticos elementales, como el derecho a la manifestación y a la reunión.
Así, el PPdeG ha pasado de confrontar electoralmente al BNG a acusarle de comportamientos que rozan –según su discurso– la peligrosidad política. La secretaria general del PPdeG, Paula Prado, lleva semanas protagonizando la ofensiva más dura contra los nacionalistas gallegos, señalándolos como radicales, agitadores, generadores de conflictividad y hasta aliados tácitos de causas terroristas. Esto va más allá del enfrentamiento habitual de partidos: implica un cambio estratégico por parte del PPdeG que revela la preocupación creciente ante el ascenso del BNG en los sondeos.
“Esta peligrosa estrategia puede volverse en su contra, tanto contrastan el tono de Ana Pontón con el radicalismo discursivo en su homóloga conservadora.”
Prado ha acusado directamente al BNG de “seguir siendo lo de siempre: radical y apoyando causas terroristas”, en referencia al apoyo del nacionalismo gallego a manifestaciones vinculadas a la política penitenciaria de presos de la ETA. Asimismo, ha denunciado que el BNG basa su estrategia en “la conflictividad” y en “manifiestos apocalípticos”: según ella, la única respuesta de los nacionalistas ante problemas clave (empleo, sanidad, incendios) es convocar manifestaciones y dar consignas, no ofrecer soluciones. La mutación del discurso del PPdeG revela dos rasgos: por un lado, un intento de criminalizar la protesta del primer sindicato del país, la CIG, y por otro, el deseo de proyectar al nacionalismo como una amenaza política más que como una alternativa de gobierno.
“El cambio de estrategia no es casual, sino una reacción defensiva al avance del BNG”
El cambio de tono guarda relación con los datos de apoyo al BNG, que según diversas encuestas recientes le otorgan una creciente base de votantes, lo que se traduce en un escenario donde el PPdeG se ve cada vez más amenazado. En ese contexto, el PPdeG ha optado por una estrategia de deslegitimación: acusar al BNG de promover manifestaciones “coaccionadoras”, de intentar “hacer temblar el bienestar” de Galicia a través de movilizaciones y de favorecer un clima de radicalización. Esta táctica —evocar la “kale borroka”, vincular los nacionalistas con ETA, o incluso criticar los fondos de los sindicatos— busca crear narrativa de peligro antes que debatir propuestas. Ejemplo: en redes sociales, Prado publicó una pregunta provocativa en la red X: “¿Para qué se reunieron el BNG y los herederos de ETA en el País Vasco? ¿Para traer la kale borroka a Galicia?”, utilizando el icono de una bomba.
La pregunta es: ¿qué demuestra este comportamiento del PPdeG? Primero, que el cambio de relato no es casual, sino una reacción defensiva al avance del BNG. Segundo, que la política gallega entra en una fase de polarización creciente en el que el PPdeG trata de importar prácticas que hasta ahora han sido ajenas a una arena política que brillaba por su nivel de debate.
Esta peligrosa estrategia, que expone continuamente a la número dos del PPdeG puede volverse en su contra, tanto contrastan el tono de Ana Pontón con el radicalismo discursivo en su homóloga conservadora.
Lo que no cabe duda es que la política gallega se está moviendo hacia un escenario donde aquel oasis de estabilidad y debate sano cede el terreno a la destrucción del adversario, convirtiendo a Galicia en otra víctima más de la creciente crispación que por fortuna nos era hasta ahora ajena.








