La política de defensa de la identidad de Galicia y nuestro idioma por parte del Partido Popular ha experimentado una transformación profunda desde la etapa de Manuel Fraga hasta los liderazgos de Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda. Lo que en un principio parecía un consenso en torno a la promoción y protección del gallego, especialmente con la aprobación del Plan Xeral de Normalización da Lingua Galega en 2004, terminó por romperse de manera abrupta con la llegada de Feijóo a la presidencia de la Xunta en 2009. La deriva del PP en este aspecto responde a un cálculo electoral en sus inicios, pero con el tiempo ha acabado por convertirse en una posición ideológica consolidada.
En 2007, el PP inició una escalada de críticas contra el Decreto 124/2007, que promovía el uso del gallego en la enseñanza.
Durante la larga etapa de Fraga al frente de la Xunta, el PPdeG asumió unos mínimos formales en relación con la lengua. Sin ser un gran impulsor del gallego, su gobierno sí apostó por una estrategia de normalización lingüística que, al menos sobre el papel, recogía la importancia de garantizar su presencia en todos los ámbitos de la sociedad. La aprobación del Plan Xeral de Normalización en 2004 fue un ejemplo de ese consenso. Pero el escenario empezó a cambiar tras la llegada de Feijóo al liderazgo del PP gallego en 2006. La política lingüística se convirtió en un arma de confrontación electoral, y en 2007, con el gobierno bipartito en la Xunta, el PP inició una escalada de críticas contra el Decreto 124/2007, que promovía el uso del gallego en la enseñanza.
Rueda junto a dirigentes del PPdeG en la manifestación contra el gallego de Galicia Bilingüe.
En ese contexto surgió Galicia Bilingüe, un colectivo que reclamaba la «libertad» lingüística en el sistema educativo y que se oponía a las políticas de normalización del gallego. Lo que hasta entonces era un discurso marginal, con escasa repercusión política, pasó a formar parte del argumentario del PPdeG, que vio en la cuestión lingüística un filón para erosionar al bipartito de socialistas y nacionalistas. En 2009, poco antes de las elecciones autonómicas, el partido se volcó en la manifestación convocada por Galicia Bilingüe en Santiago de Compostela, un punto de inflexión que sellaba la ruptura del consenso previo sobre la lengua. La victoria del PP en esos comicios supuso el inicio de una política de reducción del peso del gallego en la enseñanza y en la administración.
La decisión más simbólica en este sentido fue la aprobación en 2010 del Decreto del Plurilingüismo, que eliminó la obligatoriedad de impartir un mínimo de asignaturas en gallego en el sistema educativo y prohibió su uso en determinadas asignaturas. La norma fue recibida con indignación por parte de la comunidad educativa y de las entidades en defensa del idioma. La Real Academia Galega llegó a calificar el decreto de «disparate», alertando de que ponía en peligro la supervivencia de la lengua entre las nuevas generaciones. Las calles también reaccionaron con contundencia: miles de personas se manifestaron en varias ocasiones bajo el lema «Queremos Galego» para denunciar lo que consideraban una agresión contra la lengua propia de Galicia.
Lo que comenzó como un movimiento táctico para desgastar al bipartito ha acabado por convertirse en una seña de identidad del PP de Feijóo y Rueda.
Más allá del activismo, los principales organismos independientes de nuestro sistema político como el Consello da Cultura Galega, la Real Academia Galega y el propio Instituto Galego de Estatística ofrecen datos que no dejan lugar a dudas: la situación del idioma propio de Galicia está en una situación de fragilidad nunca antes experimentada en democracia.
A medida que pasaban los años, lejos de rectificar, el PP gallego fue consolidando su postura. Con el tiempo, la relación entre el partido y Galicia Bilingüe se estrechó aún más. La organización, convertida posteriormente en Hablemos Español, siguió marcando el discurso de la derecha en materia lingüística, mientras el PP mantenía el Decreto del Plurilingüismo y rechazaba cualquier iniciativa que buscase revertir el retroceso del gallego. La hostilidad hacia las políticas de normalización se convirtió en un pilar del partido, al tiempo que el discurso de defensa de los símbolos propios del país, presente en la era Fraga, desaparecía por completo.
El resultado es un escenario en el que el Partido Popular ha dejado de ser, siquiera en apariencia, un garante del consenso en torno a la lengua, la cultura y la ciencia en gallego. Lo que comenzó como un movimiento táctico para desgastar al bipartito ha acabado por convertirse en una seña de identidad del PP de Feijóo y Rueda, alineado con las posiciones más hostiles a la normalización del idioma. Con ello, ha dejado en evidencia que la defensa de los símbolos del país ha dejado de formar parte de su proyecto político, dando prioridad a una estrategia que ha fracturado el equilibrio lingüístico en Galicia.